Así llegan y así salen nuestros campistas
Cada verano, al abrir las puertas del campamento de verano para niños, vemos la misma escena: niñas y niños que llegan con la mochila llena de ropa… y el corazón lleno de nervios, curiosidad y preguntas.
- Algunos llegan tímidos, pegados a la mano de mamá o papá.
- Otros no paran de hablar desde el estacionamiento.
- Hay quienes ya han ido a otros campamentos y vienen confiados.
- Y también quienes es la primera vez que duermen fuera de casa.
En Camp Santa Úrsula, ese primer día importa. No solo porque marca el inicio del curso de verano, sino porque ahí empieza el trabajo más profundo: construir un entorno seguro y humano donde cada campista pueda ser auténtico.
El objetivo no es que “todos sean iguales”, sino justo lo contrario: que cada niña y niño se sienta visto, respetado y acompañado tal como es. A partir de ahí, las habilidades blandas empiezan a tomar forma en lo cotidiano: en quien levanta la mano para ayudar a un compañero, en quien se atreve a subir a la tirolesa, en quien aprende a decir “no quiero, me da miedo” y es escuchado.
Al final del programa, las familias suelen notar cambios muy concretos: hijos que se atreven a participar más, que resuelven pequeñas cosas por sí mismos, que hablan de sus amigos del campamento y de los retos que lograron superar. No es magia: es un proceso que se construye día a día.
Qué son las habilidades blandas y por qué importan en la infancia
Diversos estudios señalan que la actividad física regular y el juego en grupo favorecen el bienestar emocional, la convivencia y la autoestima en la infancia. A la par, el aprendizaje socioemocional muestra que, cuando se trabajan estas habilidades en espacios seguros, los niños desarrollan más confianza, mejores relaciones y herramientas para enfrentar retos cotidianos.
Un campamento de verano para niños bien diseñado combina estos dos mundos: movimiento y emoción, juego y reflexión, diversión y aprendizaje. Las habilidades blandas son capacidades emocionales y sociales que ayudan a niñas y niños a relacionarse mejor con los demás y consigo mismos. Entre ellas están:
- comunicación
- empatía
- resiliencia
- trabajo en equipo
- liderazgo
- resolución de problemas
- autorregulación emocional
Habilidades blandas que se viven en un campamento de verano para niños
En Camp Santa Úrsula, las habilidades blandas no se explican en un pizarrón: se viven. A lo largo del curso de verano, las niñas y los niños se enfrentan a retos reales, pero contenidos, donde pueden practicar sin miedo a “equivocarse”.
Comunicación y empatía
Frente a una dinámica en equipo, no importa quién es “el más popular” en la escuela; importa quién sabe escuchar, animar y sostener a otros cuando algo sale mal. Ahí nace la empatía. La convivencia en cabañas, equipos y actividades grupales hace que los campistas tengan que hablar entre ellos, ponerse de acuerdo y escuchar otras opiniones.
- Aprenden a decir qué necesitan: “me da miedo”, “quiero intentar”, “¿me ayudas?”.
- Descubren que no todos piensan igual y que eso está bien.
- Se acostumbran a pedir ayuda y a ofrecerla.
Trabajo en equipo y liderazgo
En las actividades al aire libre, como retos por estaciones, dinámicas de confianza o juegos de estrategia, el trabajo en equipo no es un discurso, es una necesidad:
- Si alguien se adelanta demasiado, el equipo pierde.
- Si nadie toma decisiones, se quedan atorados.
- Si solo una persona opina, otros dejan de participar.
Los niños van probando diferentes roles: a veces lideran, a veces siguen, a veces median. Juan, que llega acostumbrado a “mandar”, descubre el valor de escuchar. Ana, que suele quedarse atrás, encuentra un momento para proponer la estrategia que termina sacando adelante al grupo.
Resiliencia y manejo de la frustración
Con el acompañamiento del staff, los campistas aprenden a sostener la frustración sin quedarse atorados en ella: respirar, intentarlo de nuevo, pedir apoyo, aprender a decir “no lo logré esta vez, pero avancé”. Esa resiliencia se traslada luego a la escuela, a los deportes, a la vida en familia. En el campamento de verano para niños, no todo sale perfecto. Y eso es intencional:
- Hay juegos que se pierden.
- Actividades que dan miedo al principio.
- Retos que requieren varios intentos.
Autonomía, identidad y seguridad personal
Estar en un campamento infantil en San Luis Potosí, fuera de su rutina diaria, permite a los niños tomar pequeñas decisiones por sí mismos: qué se van a poner, cómo organizar sus cosas, cómo cuidarse y cuidar a otros.
Cuando un niño se sabe amado, escuchado y acompañado, se atreve a brillar con sus propias plumas, como el Pavorreal, símbolo de Camp Santa Úrsula. Esa imagen acompaña todo el programa: no queremos que los niños se parezcan entre sí, queremos que cada uno descubra su manera de ser y estar en el mundo.
Qué cambia en casa después del campamento
Las familias suelen notar cambios muy concretos al terminar el campamento de verano para niños. El impacto no siempre se ve en grandes discursos, sino en gestos cotidianos:
- hijos que se atreven a probar cosas nuevas
- niñas que participan más en clase o en casa
- hermanos que resuelven conflictos con menos gritos y más diálogo
- mayor responsabilidad con sus cosas y rutinas
Un campamento de verano para niños no solo llena de actividades las vacaciones: abre un espacio cuidado donde pueden practicar, paso a paso, muchas de las habilidades que necesitarán toda la vida. Si hoy buscas algo más que “tenerlos entretenidos”, en Camp Santa Úrsula queremos ser ese lugar donde tus hijos se divierten, se cansan de tanto jugar y, casi sin darse cuenta, aprenden a conocerse, convivir mejor y confiar más en ellos mismos.